El primer estudio para rodar films sonoros fue el Orphea, seguido de CEA. Su fundador fue el andaluz Francisco Elías.
Llegamos a la "época dorada" del cine español. Es en este clima donde se crean las dos grandes productoras de la República: CIFESA y Filmófono.
La primera se constituyó en Valencia en 1932, sociedad de la familia Casanova. Cuenta con títulos como La hermana San Sulpicio (1934), Nobleza Baturra, Morena Clara, de Florián Rey.
Las películas de Cifesa, así como la familia Casanova, eran de corte ruralista y clerical (todo lo contrario a Filmófono).
Benito Perojo, aportó grandes obras, entre ellas, Nuestra Natacha, película incautada por las autoridades franquistas que fue destruida tiempo más tarde en un incendio. Este film defendía las comunas juveniles. Perojo fue el gran modernizador del cine español de su época (El negro que tenía el alma blanca, 1934), tanto que la revista Popular Film hizo una campaña contra él, tachando tanto a él como a su obra de antipatriota y frivolamente cosmopolita.
Hemos de mencionar a Eduardo G. Maroto (La hija del penal, 1936), Francisco Camacho (El cura de la aldea, 1936), Fernando Delgado (El genio alegre, 1936) y Fernández Ardavín (La reina mora, 1936), sin los cuáles no hubiera sido posible hablar de esa tan añorada "época dorada" de nuestro cine.
Filmófono, era de la familia Urgoiti. El mismísimo Luís Buñuel organizó el Cineclub Proa-Filmófono para exhibir por única vez L'Âge d'Or (La edad de oro). En 1935, Buñuel comienza su política de producción.
Florián Rey, el otro director de vanguardia por excelencia, realiza Fútbol, amor y toros (1929) para Filmófono. ¿Quién me quiere a mí? (sobre el divorcio), y ¡Centinela Alerta!, de Sáenz de Heredia, completan el elenco de directores republicanos. Abajo, Rey:
Pero Filmófono cae, al igual que los republicanos, cuando llega la Guerra Civil.
Abajo, fragmento de La hija de Juan Simón (1935, Sobrevila), "comedia flamenca" de éxito inmenso. Además, con este film se hizo popular Angelillo, quién había cosechado fama anteriormente en El negro que tenía el alma blanca, de Perojo.